lundi 20 novembre 2006

El miedo y el Toro

Es de enorme talla, intensísima su negrura, de su nariz sale vapor producido por su enorme agitación, corre por el pasillo exterior de una casona de 2 pisos, un pasillo circundado por pilares y arcadas de ladrillo a la vista; está mirando hacia todos lados, busca algo, está muy inquieto.

Yo miro sin poder decir palabra, absorta en la belleza de su pelaje y en lo aterrorizante de su actitud, parece que nadie más lo nota, nadie mas se ha dado cuenta de un toro de lidia de 1.80m de alzada, brioso, negro como noche eclipsada, brillante bajo el sol sofocante y crudo, hecho furia de ola, erupción inminente…

Sale del pasillo al patio empedrado y me ve.

Es a mí a quien busca, yo no lo sabía.

Fija sus ojos encendidos en los míos y comprendo que si no huyo, me destroza.

No tenía idea que una bestia tan colosal pudiera correr a tal velocidad, lo aventajo en 50 m y le bastan 3 segundos para alcanzarme, llego a otro pasillo y el muro de ladrillos irregulares tiene salientes que me sugieren peldaños, cornisas que me permiten sujetarme, encaramarme para estar a salvo. No alcanzo a escapar del todo, el Toro me da un cabezazo en los muslos –por suerte no una cornada- y eso me impulsa un poco más arriba. Quedo colgando sostenida por mis dedos, el Toro a 1 m de mí, acosándome, agitando sus patas, bufando su furia.

Noto que alrededor de él hay más gente y que a ellos no les hace nada. Les pido que se protejan, me dicen que no hay de que protegerse.

El Toro se distrae un segundo alejándose unos metros, la gente me sugiere que baje del muro y aproveche para ir a un lugar más seguro. Finalmente les hago caso: bajo del muro, corro hasta el edificio desde donde miraba al comienzo, subo las escaleras exteriores y me refugio en la terraza.

Un Toro no va a subir a un edificio”, pienso y el Toro me ve de nuevo y corre furioso y sube…

Llego al borde, a la cornisa angosta y frágil, olvido mi vértigo y camino por ella.

Un Toro no puede caminar por una cornisa”, me digo y entonces el Toro salta de la terraza y camina por la cornisa con más destreza que yo.

Sé que si me alcanza va a destrozarme, va a destruirme completamente, pero ya no tengo donde más escapar, me sujeto del borde y vuelvo a la terraza del edificio.

El Toro está frente a mí, mirándome. Yo estoy de espalda al vacío, al borde de la terraza, mirándolo. Va a despedazarme, lo sé.

El animal me rodea sin hacer nada, cuando pasa suficientemente cerca estiro mi mano y no sé por que, realmente no sé por que, le acaricio la cabeza. El Toro retrocede, vuelve a su lugar de embestida, resopla desbordando energía.

Me concentro profundamente en ese segundo y pienso “No sé por que va a destruirme, no sé que fue lo que hice, sólo sé que es ahora, que no hay nada mas por hacer. Lo que tenga que pasar, que pase ya”. No verbalizo, sólo lo pienso muy fuertemente y siento cierta calma al entender esa realidad.

Unos segundos de silencio total. No hay más bufidos ni percibo mas agitación.

El Toro responde (¡!), yo no llego a notar si habla o piensa, pero me responde diciendo: “Ya no puedo destruirte… tú ya no me temes

8 commentaires:

Anonyme a dit…

Nada puede destruirnos, sólo consigue dañarnos lo que cargamos en nuestro corazón.

Anonyme a dit…

Se me vinieron a la cabeza ciertos fragmentos sexuales de Freud mesclados con imágenes kafkinas; creo que estoy enfermo.

Una venia madmoiselle, me ha encantado.

Anonyme a dit…

A mi también me cuesta mucho enfrentar los miedos, pelear contra los dragones de mi mente y salir con cabeza en alto.
Creo que te mereces el rabo y las dos orejas.

Ole!!!

Unknown a dit…

bueno, pues creo que esta bien. me parece un toro bastante humano.

Anonyme a dit…

Como un peluche, manso y viril :D madmoiselle p, que mejor.

Anonyme a dit…

Por cierto, te quiero linquear, pero no sé cuál de todos los esapcios, espero que la fase experimental se defina.
Abrazos

Anonyme a dit…

tus miedos... en la forma de un toro!
perfectas imagenes fluian por mis ojos (¿ó era mi cabeza?), come se lo hubiera visto yo...
Se lo que fuera que te aterrorizava, ahora ya pasó...

Pinkerton a dit…

Digno de un San Fermín.

... cave canem ... cave canem ... cave canem ... cave canem ... cave canem ...