vendredi 4 août 2006

Cap. III "el comienzo del final"

..."encomendarnos a dios" repite señorita P en su mente, como un eco odioso que se junta con el péndulo regular de sus rodillas imantadas para decirle que, efectivamente, el cambio de lugar en el Hércules no se debe a que la tripulación quería hablar puras cosas de hombres...

Cuando los hombres son llevados hacia el fondo del avión y las mujeres permanecen en los misiles, un niño de unos 8 años queda solo porque sus hermanos son grandes y van con los demás hombres. No hay papá ni mamá cerca, el enano tiene cara de perdido y como señorita P sabe de memoria lo que es sentirse perdida, lo llama y lo sienta en sus rodillas. Le pregunta cómo se llama, por qué andaba paseando en la patagonia y le hace un cariñito en la frente. El enano sonríe, señorita P también.

Hace frío en el avión, igual como el frío de los caminares patagónicos en que el viento quema la cara, a cada soplido se sienten cuchillos afilados tajeando los pómulos, las mejillas y partiendo irremediablemente los labios. Señorita P se embetuna de mantequilla de cacao pero siempre le sangra la boca, es doloroso reírse en los dominios de la pampa. Compró orejeras que se ven bastante feas, pero si no las usa, el dolor de oido es insoportable. El viento es tan intenso, tan potente, tan silbador...

Señorita P se inclina sobre "su niño" para mirar hacia abajo. La ciudad de la furia se ve enanita, sólo un manchón de lucecitas titilantes en un fondo de negrura absoluta. Son como las 4 am, ni rastros de aurora aun. Aunque la puerta del avión está abierta es un poco difícil mirar hacia abajo porque el viento entra ferozmente. Se ha formado corriente de aire por el forado de unos 2 m de diámetro que se hizo en el fuselaje. Eso es en el otro lado de la bodega. Ahí no sentaron a nadie; es entendible porque el humo y las pequeñas llamas podrían hacer daño, sin contar la posibilidad de caer, ciertamente presente, ya que los misiles-asiento no cuentan con su debido cinturón de seguridad.

Cuando hiela en la patagonia la tierra se vitrifica. Caminar por un irregular sendero en pendiente se transforma en una faena de alto riesgo. Cuando señorita P fue a mirar el estrecho de magallanes desde ese peñón en que está el Fuerte Bulnes se resbaló al comienzo del sendero congelado y aterrizó al borde de una empalizada en posición de tortuga dada vuelta. Cero glamour.

"3, 4, ... 7... 15, 16, 17..." Uno de los tripulantes está contando a los pasajeros. Bueno, ya es suficiente! señorita P puede tolerar todo menos que pretendan tirarla en paracaídas, ella detesta esa sensación de vértigo que genera la caída libre. No se sube a la montaña rusa ni al barco pirata y no van a venir a empujarla por la puerta de un avión incendiado y roto a no sé cuantos mil pies de altura, en plena noche, sin entrenamiento y, eventualmente, con diarrea, porque la cosa se está poniendo medio complicada y señorita P a veces somatiza...

El hombre de "sólo nos queda confiar en dios" está alterado, termina de contar y sube corriendo a la cabina. Baja corriendo al poco rato. Los pasajeros y señorita P está quietos y mudos. Ni siquiera se miran a la cara, nadie chilla o lloriquea sonoramente. Nadie se queja. El único ruido que lo llena todo es el motor rugiendo a duo con el viento. La ciudad de la furia se ve fragil y susceptible, desde esta altura. Todo se ve tan intrascendente. Señorita P no consigue hilar pensamientos de mas 1 segundo de continuidad y parece que está apretando un poco al niño, pero él tampoco dice nada, se queda quietito entre sus brazos.

Con esto de mirar hacia abajo y tener vértigo, señorita P ha olvidado completamente el orificio enorme a sus espaldas y las llamitas y el humo. Pero lo recuerda pronto porque el tripulante alterado vuelve a aparecer dando ciertas indicaciones: "estamos dando vueltas sobre el aeropuerto para vaciar los estanques de combustible, este proceso puede durar todavía una media hora más, después de eso haremos el aterrizaje y cuando estemos en eso, necesito que todos se sienten con la cabeza entre las rodillas y se aferren firmemente a las barras laterales del avión..."
-¡Gracias a Dios! pensó señorita P, nada de saltos al vacío nocturno, esta sola idea la había puesto realmente nerviosa, así que la noticia de "posición de impacto" se presentaba como un alivio, verdaderamente.
El hombre continúa: "
cuando escuchen nuestra señal, deben ir ubicándose al borde de la puerta y saltar al suelo, ahí deberán correr en dirección a la cola del avión y no detenerse hasta que les demos aviso "

No quedaba mucho por hacer, sólo esperar...

5 commentaires:

Daniela a dit…

Uff que extrema la historia, genial forma de narrarla mi querida P... estuve en ultra suspenso hasta el final, lo bueno es que al final todo salio "bien" y no hubo que lamentar ninguna perdida mas que la material.

Y tipico del pais, el Hercules con sus buenos arreglines a la chilena quedo tiqui taca jaja!

Yo despues de eso lo pensaria muy bien antes de subirme a un avion.... que shusto!

Un abrazote!!!

P a dit…

pero no! imagínate que con tremenda cagadita no pasó NADA, po... eso da seguridad.. en cambio cada vez que me subo a un bus transpiro la gota gorda.. tssss

Antoinette a dit…

Coincido con Daniela, mucho suspenso y un final bastante feliz para lo que pudo haber sido.
Viajemos en la imaginación mejor, se evitan las lesiones físicas al menos.

bacio!

mariasoledadsilva2@gmail.com a dit…

Me gustó.... se lee bien... fácil, rápido.

Buen estilo narrativo...

Buen argumento, buen final.... soy una lectora de más de 20 años.... y me ha gustado mucho lo que escribes acá.

Reflex a dit…

O el principio (no principito) del fin.

... cave canem ... cave canem ... cave canem ... cave canem ... cave canem ...